El Experimento




Al término del año 2008 se desató la primera guerra nuclear mundial “experimental” con gas atolondrador, ésta guerra pasó casi inadvertida, digo casi porque sólo yo me di cuenta y la sentí.

Me dí cuenta de que había ocurrido esto cuando desperté un día domingo, aún soñolienta, me levanté y como de costumbre me asomé al balcón de mi departamento y observé las calles. Me percaté que no había ni una sola persona de las que suelo ver afuera, pensé que era por la razón de que el día estaba nublado, o porque el aire estaba más denso de lo normal; cosa extraña, pero más extraño aún quizás estén dando un programa de televisión muy interesante. Encendí el televisor que tengo por adorno, adorno porque realmente no me gusta la televisión, solo para lo que es: informarse, pero al ir cambiando de canal solo se podían ver puntos negros y blancos, como los que aparecen cuando se acaba la programación. Así es que decidí hacer lo que siempre hago cuando la televisión me decepciona. Salí a leer los encabezados de los diarios, pero no pude porque el quiosco al que suelo ir estaba cerrado; cosa muy extraña siendo que eran las 10:00 de la mañana y el quiosco abre a las 8:00, pero no me preocupé y seguí caminando con la intención de encontrar otro quiosco, pero resulta que camine más de 20 cuadras y no encontré ninguno abierto, y más inusual aún no lograba ver ni siquiera mis manos por las nubes que me estaban cubriendo. Me asusté, miré a mi alrededor no veía nada ni a nadie, corrí a mi edificio, pero cuando llevaba menos de una cuadra caí, me venció el sueño.

Cuando desperté no entendía nada, no sabía donde estaba ni porque estaba ahí, tirada en el suelo entre nubes de un color amarillo sucio. Me puse de pié, me sacudí el resto de nube impregnado en mi ropa y caminé, choqué varias veces con las paredes de otros edificios; la verdad no veía nada, poco a poco logré recuperarme, pero estaba sedienta. Sentí que ese gas absorbió todo el agua de mi cuerpo, logré recuperar un poco de fuerzas y sentí la necesidad de correr y corrí, corrí por días. Bueno no sé si por días porque las nubes no dejaban diferenciar el día de la noche, pero corrí hasta que ya no dí más, sentía que las ojeras comenzaban a pesar más de lo habitual. Decidí descansar, pero no podía parar mis piernas. Ellas querían seguir, pero mi ser no, tuve que lanzarme al suelo para detenerlas, las abrasé fuerte contra mi pecho y las apreté, aún así seguían moviéndose desesperadas no lograban recibir mi petición. Después de unas horas cuando se lograron detener y tranquilizar me dormí de golpe, y caí tan deprisa que no logré controlar a mi cabeza y azotó en el cemento, pero no sentí nada, solo supe que eso debió doler, pero no me hice daño.


Al despertar no podía abrir los parpados, los sentía pesados toda la carga de las ojeras se traslado a ellos y no lograba abrirlos. Era como si mi ser se hubiera desprendido de mi cuerpo y fuesen dos entes totalmente distintos, algo incomprensible desde el saber pero una cosa muy común desde el sentir.
Seguí intentando abrir los parpados, pero no pude, así que me resigné al pensar en que no valía la pena seguir intentando abrirlos, porque aunque lo lograra hacer no podría ver nada más que esas ya detestables nubes. Me levanté con los ojos cerrados, no así mi ser, él estaba muy atento a lo que estaba ocurriendo conmigo.
Caminé muy cerca de los edificios y paredes, para evitar golpearme y además ir sintiendo, palpando y recordando el camino a casa.


Conseguí recordar los edificios que estaba palpando, corrí, sentía que ese lugar era muy familiar, era mi edificio, fui directo al ascensor pero no funcionó, fui a las escaleras pero no estaban. En su lugar había una escalera de esas que usan en las construcciones, no alcancé a pensar si subiría o no cuando mi cuerpo iba ya casi a la mitad de ésta escala. Al llegar a lo que sería mi piso noté un olor fuera de lo común, un olor ácido, mal oliente, pero a su vez me adormilaba. Al llegar a la puerta de lo que sería mi departamento mi cuerpo se durmió con una mano sobre la perilla a punto de abrirse. Mi ser no se durmió, lo único que deseaba era llevarme a casa y trató de despertar a mi adormecido cuerpo y lo logró, de una manera muy extraña por cierto, sentí que me movía, por un momento realmente lo creí, pero no, en ningún momento me moví de esa incomoda posición.

Al cabo de varias horas escuché unas voces gruesas dentro del apartamento y me quedé en silencio a pesar de que no he podido articular palabra desde que nací. Traté de escuchar lo que hablaban, pero advertí que hablaban en otra lengua muy desconocida para mí, no la había escuchado hasta entonces, no entendí nada de lo que decían. Estuve en esa situación por baste tiempo, tiempo que no se con exactitud porque incluso dejé de sentir mis extremidades. Pero de un momento a otro mi cuerpo se empezó a despertar de a poco, comencé por sentir nuevamente mis pies los moví y ¡sí! Respondieron, luego mis piernas que también se movieron, mis brazos al instante los sentí, me sentí viva de nuevo, estaba sintiendo mi cuerpo otra vez, me estaba reconociendo como al principio de mi existencia, pero cuando estuve al borde de las lágrimas y conseguir la sonrisa que perdí hace años me dí cuenta que aún no lograba mover las manos. Cuando estaba pensando en mis manos me percaté de que pude abrir mis ojos y me alegré aún más cuando me dí cuenta de que mis sentidos no me abandonaron y si ¡estaba fuera mi departamento! Fue tal la emoción que solté un grito y seguido lloré porque logré hablar y grité ¡puedo hablar!, podía mover todo, todo mi cuerpo pero no así mis manos y me entristecí.

Mientras pensaba en todo lo que había sucedido olvidé por completo que dentro del departamento estaban esos seres extraños de los que no sabía nada, pero cuando lo recordé ya era tarde. Resulta que ellos por el alboroto que había hecho salieron del apartamento, me vieron, se miraron entre sí, hicieron un gesto con la cabeza y me pusieron en la nariz y en la boca un pañuelo que contenía ese olor ácido y mal oliente y sentí como volvía a perder a mi cuerpo de nuevo mientras gritaba un interminable no. Casi al dormirme me fijé en uno de los seres, llevaba un traje blanco, con filtros de aire cerca de la boca y nariz, como un traje de exterminador, pensé que me estaban exterminando y grité más fuerte aún pero esta vez de miedo, miedo de no volver a despertarme, de no poder escuchar mi voz, de no poder sentir mi cuerpo y me aterré.

Cuando se fue el efecto del químico desperté en mi cama, aún somnolienta. Miré el reloj eran las 9:40 de un día domingo, me levanté aún sin recordar nada, miré por el balcón, estaba el día precioso, como de película: cielo azul, nubes blancas y esponjosas, el aire era cálido, acogedor y familiar, los niños afuera jugando, varias personas conversando, el Sr. del quiosco me divisa y saluda enarbolándome el diario. Me sorprendí él nunca me había hablado antes y yo tampoco ni siquiera sabía su nombre, pero me fije detenidamente en el encabezado del que solo logre leer fin de la guerra. Eso me desenfocó tanto que bajé aún con mi bata y en pantuflas. Él caballero me prestó el diario y el encabezado decía: “Fin de la primera guerra nuclear mundial experimental con gas atolondrador”. Al leer eso me desmayé, al despertar estaba en los brazos del Sr. del quiosco, que por cierto se llama Pedro. Me lo dijo apenas desperté. Miré a mi alrededor, estaba rodeada de las personas a las que observaba desde mi balcón, todos preguntaron el por qué me sorprendió tanto el encabezado y les explique todo lo que me había pasado, y todos se rieron. Pregunté por qué se reían de algo tan grave para mí, pensé que todos habían muerto, y ellos me explicaron que solo se escondieron en sus refugios para la guerra, y me pregunté que cómo ellos sabían lo que iba a pasar. Resulta que todo se informó por radio y televisión, porque los diarios dejaron de imprimir tres días antes de que esto comenzara, ya que la tinta que utilizan los periódicos se hubiese convertido en ácido al entrar en contacto con el químico utilizado en la guerra. Y no me enteré ni por radio ni por televisión porque no me gusta la música ni los programas radiales. Siento que los que hablan a través de la radio se ríen de que yo les crea lo que hablan y por televisión no me enteré porque como estuvo tanto tiempo sin usarse se descompuso y por eso no lograba ver los canales de televisión.

En fin fui objeto de un experimento, pero no creo que sea tan así tiene que haber algo más; siempre hay algo más, sino por qué esos tipos cambiaron la escaleras, por qué estaban en mi apartamento, son preguntas a las que nunca encontraré explicación y nadie me cree lo que pasé…
Desde ese día que traté de contarles a esas personas sobre lo que me pasó. Me enviaron a este hospital psiquiátrico donde mis compañeros de sala si creen en lo que me ocurrió, porque a ellos les sucedió lo mismo, pero aún así no he encontrado una explicación a ello.
Escribo esto para que por lo menos una persona en este ya atolondrado mundo crea en lo sucedido y de paso me ayude a buscar la explicación que tanto anhelo.







Violeta del aire